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Las sombras de la neonovela negra uruguaya


La larga tradición que corresponde a la novela negra, aparecida en el mundo en las primeras décadas del siglo XX, se manifiesta en Uruguay de forma singular, como suele ocurrir con los géneros más apartados del realismo social que siempre caracterizó a las letras orientales. Como aseguraban Borges y Bioy Casares, “cabe sospechar que ciertos críticos niegan al género policial la jerarquía que le corresponde solamente porque le falta el prestigio del tedio”[i].

La novela negra (del francés noir) refiere a un tipo de novela policial en la que el objetivo principal no es la resolución del misterio sino una excusa para tratar otros temas. Presenta una atmósfera asfixiante de miedo, violencia, injusticia, inseguridad y corrupción del poder político a modo de crítica social.

Hasta los años cuarenta no se desarrolla una literatura negra en el continente latinoamericano capaz de establecerse como propia. Argentina es uno de los primeros países en trabajar el policial. Jorge Luis Borges defendió el modelo whodunit (novela de enigma) como forma literaria culta y no como mera manifestación popular. Desde entonces en Argentina se produjo una gran cantidad de relatos policiales con escritores de primera línea que además se ocuparon de teorizar sobre el género. De hecho, el propio Borges fue uno de los primeros escritores que desplegó un estudio en profundidad de la narración policial y también fue responsable de la colección Séptimo Círculo, donde colaboraron algunos de quienes serían los representantes más destacados del policial argentino.

En los años 70 aparece el neopolar, género que se atribuye al francés Jean Patrick Manchette, quien lo definió como "novela de intervención social muy violenta" que denuncia la sociedad contemporánea y sus escándalos políticos y siente especial agrado por el mundo de los marginales y de los excluidos. Suele ambientarse en los suburbios de las grandes zonas urbanas. En las novelas neopolar no hay necesariamente una investigación pero la muerte está muy presente, ya que cobran especial protagonismo los asesinos seriales que llevan adelante los crímenes.

Será a partir de entonces cuando la novela policial latinoamericana sufra una revolución no sólo en sus componentes sino también en su forma de mostrar la sociedad. Los conflictos armados, las guerrillas civiles y la posterior aparición de regímenes dictatoriales en Latinoamérica marcaron el rumbo de todo el arte y por supuesto, de la literatura. De esta manera, el policial adquiere un corte más realista, profundamente psicológico y, sobre todo, periodístico, con autores influenciados por el español Manuel Vázquez Montalbán, el mexicano Paco Ignacio Taibo II y el norteamericano Truman Capote. En Chile surgen escritores como Ramón Díaz Eterovic, Gonzalo Contreras, Jaime Collyer, en Brasil aparecen las novelas negras de Rubem Fonseca, en Argentina se escuchan por primera vez los nombres de Osvaldo Soriano, Mempo Giardinelli, Abelardo Castillo, Elvio Gandolfo. Más tarde aparecerán el mexicano Fritz Glockner y el cubano Lorenzo Lunar, por citar solo algunos.

Desde entonces la neonovela negra se caracteriza por la transatlantización, que gracias a la globalización reinante aúna y emparenta territorios, costumbres y culturas de uno y otro lado del océano; la hibridación, como consecuencia de la posmodernidad donde los géneros ven difuminarse sus límites para pasar a integrar una suerte de pastiche general[ii]; la desterritorialización tanto geopolítica como cultural y hasta lingüística, con apropiaciones de otros lenguajes y, por último, el contenido político de denuncia social.

En Uruguay aparecen varios nombres vinculados al género en los últimos dos decenios: Hugo Fontana, Omar Prego Gadea, Henry Trujillo, Milton Fornaro, Rodolfo Santullo, Pedro Peña. Sin embargo, actualmente la novela pareciera estar dando un giro que la aleja de estas características globales a la vez que la vuelve original y singular. En este caso, nos centraremos en dos casos a modo de ejemplo: El silencio de las sombras, de Lema Mosca (1988) y Más allá de las sombras, de Nicolás Brupbacher (1992), editadas en 2014 y con tan solo un mes de diferencia.



Qué contar


Como se observa, amabas novelas plantean desde el principio una conexión que se evidencia ya en el título: las sombras. Pero esto, que podría no ser más que un simple motivo de nomenclatura, se suma a una lista de elementos a tener en cuenta, pues ambas novelas, si bien pertenecen al género negro, se separan de él al presentar historias originales.

Ambas sitúan sus narraciones no en grandes espacios urbanizados, como es común a la novela policial, sino en ciudades o pueblos del interior. Esto supone desde el vamos, una nueva forma de encarar la anécdota que no redunda en la complejidad de las relaciones humanas natural a las grandes ciudades sino todo lo contrario: la familiaridad y los peligros de moverse en un lugar donde todos se conocen.

El silencio de las sombras trata sobre la peculiar vida en un pueblo llamado Sarandí, que es, a su vez, un no-lugar. Como antaño lo fuera Macondo, Comala o Yoknapatawpha, Sarandí es un lugar que podría ser del interior uruguayo como de cualquier otra parte, ya que de hecho, nunca se indica a qué país pertenece. La novela se inicia con la llegada del extranjero, del foráneo, del otro que es un diferente y que se muestra al principio como el candidato a resolver el misterio que se presenta a partir del capítulo cuarto.

Se trata de un arquitecto que llega para trabajar en la mansión de los Franzinni, la familia más poderosa y rica de la zona. Pero a los pocos días desaparece el hijo adolescente de la familia, de la forma más misteriosa, y el hombre que parecía ser quien resolvería el asunto se convierte, de pronto, en el principal sospechoso.

De todas formas, la desaparición del joven funciona solo como excusa para tratar un tema mayor que queda explicitado desde el epígrafe inicial: una cita de La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset. El tema central de la novela es el complejo de relaciones humanas en la sociedad de masas, especialmente en las microsciedades. Porque cuando el arquitecto se convierte en sospechoso y desaparece la figura del detective capaz de develar el misterio, son los propios habitantes del pueblo los que salen a resolver el caso.

Hay una manifiesta crítica a la vida en sociedad y los peligros que se corren cuando la masa se conforma como un todo orgánico capaz de conseguir sus fines sin pensar en los medios. Asunto que el propio Lema Mosca (1988) deja claro en el posfacio:


Eso responde a dos principios que rigen casi todo lo que escribo: la importancia de la oralidad como fuente de creación literaria, muy común en el interior del país, generado en mí por los cuentos que desde pequeño escuché a mi padre y mis tías, pero también la idea de oralidad como discurso transformador, re-creador, transgresor, emparentado al chimento, el murmullo, el falso comentario, también muy frecuente en las sociedades pequeñas. (Lema Mosca; 2014:147)


En ese sentido, la novela negra es plataforma para denunciar un tópico de contenido social, que a diferencia de lo que viene ocurriendo en las últimas décadas, no es acusación a un estado en particular al que se señala de delincuente o abusador, sino algo más abstracto que corresponde a cualquier sociedad.

En Más allá de las sombras la historia se sitúa en Punta del Este y si bien los personajes parecen alejarse de una idiosincrasia que los vuelva uruguayos, hay sí una denuncia soslayada a la policía y la corrupción gubernamental. También aquí Punta del Este deja de ser el centro turístico que el Uruguay se empecina en mostrar y se convierte en una ciudad fría, desértica y oscura donde ocurren crímenes que nadie ve.

Su protagonista, un joven de nombre Luca, vive aquejado por las imágenes de unos recuerdos que no logra identificar. Intenta saber qué sucedió con su hermano, quien supuestamente falleció de pequeño. Sin embargo, a lo largo de la historia va encontrando pistas que le confirman lo contrario.

Ambas novelas reelaboran la figura tradicional del detective: en el primer caso la originalidad reside en que el misterio no sea revelado por un solo individuo, único conocedor de la verdad, sino en una masa compacta integrada por los pueblerinos. No hay un líder ni se destacan unos personajes sobre otros. Todos existen en el anonimato, como partes de un todo, de una maquinaria. En el otro, se trata de un joven inquieto, movilizado por sus instintos y su curiosidad, no de un agente especializado en el tema o en su defecto, un periodista preparado.

Esto implica un trabajo específico de los puntos de vista, que en ambas novelas, son varios y diversos: Lema Mosca maneja con soltura una enunciación múltiple, que alterna un narrador externo con monólogos interiores y con el relato de algunos pueblerinos anónimos, que hace pensar en la metalepsis de Genètte.[iii] Brupbacher, por su parte, se sirve de un narrador externo (propio de la novela negra) a la que suma los pensamientos continuos de los personajes y otros discursos alternos: cartas, notas, mensajes de texto, diarios íntimos.

La hibridación que caracteriza a la novela negra de los últimos decenios se patentiza aquí para confundir y acomplejar un relato cargado de misterios que han de revelarse hacia el final de la historia. Hibridación que caracteriza, siguiendo a García Canclini (1995), a la sociedad actual en tanto varios discursos se entrecruzan para generar uno nuevo y polifónico. De allí que ambas novelas se disparen hacia otros textos: en El silencio de las sombras abundan las citas del Apocalipsis bíblico, las guiñadas a Horacio Quiroga y el Realismo Mágico de García Márquez. En Más allá de las sombras aparece como un telón de fondo las letras de la banda de indiefolk Dispatch y las alusiones al psicoanálisis, especialmente el de Carl Jung.



Cómo contarlo



Al hablar de novela negra asumimos una historia que gira en torno a un misterio, puntapié desde el que parten otras temáticas, como ya explicamos en la introducción a este trabajo. También dijimos que este tipo de narración se caracteriza por la creación de una atmósfera particular.

El silencio de las sombras consigue una ambientación lograda, donde la falta de aire se siente y donde la locura amenaza continuamente. Su confrontación con la cordura, de hecho, atraviesa el relato y es sin duda uno de sus fuertes.


Así, y mediante una conexión con temas como la familia, las supersticiones, la importancia de la apariencia, la culpa, la locura y el prestigio, Lema Mosca aborda una temática más profunda: la lucha entre la racionalidad y la impulsividad. Ilustra cómo los hombres pueden actuar como animales cuando son cegados por su ambición y por su miedo a “esa persistencia de la muerte que late agazapada en la oscuridad y que aparece para recordarnos cuán fútil y efímero es nuestro paso por este mundo, cuán pequeños somos en la infinita historia de la humanidad”. (Villamarzo; 2015:2)



En la novela de Brupbacher esa atmósfera se va creando consecutivamente y alcanza su clímax de asfixia en los últimos capítulos, marcada por un dinamismo y una vertiginosa sucesión de hechos.


La historia va aumentando la intriga y la ansiedad a medida que el personaje se va enfrascando en una lucha entre el bien y el mal, que no están fuera sino dentro de él mismo, y empieza a dudar de todos los que los rodean, incluso las personas en las que más confiaba. (Santini; 2015:4)



En ambas novelas el misterio da paso a una cadena de asuntos más oscuros e irresolutos que conforman el cuerpo real de las historias. En el caso de Lema Mosca, sus obsesiones recaen en el enfrentamiento entre la locura y la razón, el desenfreno de la irracionalidad humana que nos acerca a lo más instintivo de nuestra naturaleza, el peso del catolicismo con su discurso profético y a la vez apocalíptico y las tradiciones más folclóricas del interior profundo. En el libro de Brupbacher el inconsciente, casi como una historia paralela o una doble cara de los personajes, se suma al satanismo, las sectas y la mentira. Si en la primera el pueblo desbordado funciona para ejemplificar la violencia y sus consecuencias, en la segunda el trasfondo que ha de revelarse pone de manifiesto la debilidad y la cobardía de ciertos sectores sociales.



Por qué contarlo



Como ya señalamos, la primera coincidencia entre ambas novelas está en el título. Pero hemos visto que no solo se trata de una similitud de términos sino que existen otros puntos en común. En necesario, no obstante, detenerse en la mención de las sombras, presente en las dos historias.

Es predecible, aun sin haber leído los libros, que las sombras funcionen como símbolos. Y es correcto. Vista como el doble del hombre que los alemanes llaman Doppelgänger, en numerosas culturas se la asocia con el alma, por lo que la ausencia de sombra se entiende como la pérdida o la venta del alma al Diablo. En cualquiera de los dos casos el resultado es el no existir en cuanto ser espiritual. También se considera que el que no puede ver su sombra está condenado a muerte, como así también aquel que la pisa. Para el psicoanálisis, es la parte profunda y desconocida de la personalidad que yace en el inconsciente. El conocerla e integrarla es una forma de mejorar ciertos aspectos de la relación con uno mismo y con los demás.

Según Carl G. Jung:

La sombra representa cualidades y atributos desconocidos o poco conocidos del ego, tanto individuales (incluso conscientes) como colectivos. Cuando queremos ver nuestra propia sombra nos damos cuenta (muchas veces con vergüenza) de cualidades e impulsos que negamos en nosotros mismos, pero que podemos ver claramente en otras personas. (Jung; 1995:47)


Si se habla de lo que está opuesto a la luz, las sombras simbolizan lo que no se puede ver claramente, lo que permanece oculto, aquello que yace en la penumbra, el otro lado de las cosas que no se manifiesta abiertamente, pero que de alguna manera se presiente o intuye.

Si bien la presencia del símbolo parece un punto común en ambas novelas, no cumple con la misma función. Teniendo en cuenta que el símbolo es un objeto conocido que sugiere algo desconocido (Jung), lo que expresa en ambas historias es diferente: en el libro de Lema Mosca la sombra sugiere la imposibilidad de comunicarse, el encierro que aparta y aísla, y por lo tanto, que separa y diferencia de los otros, en este caso, de la masa conformada por los habitantes del pueblo. En el capítulo veinte se puede leer:


Un hombre en la oscuridad pierde sus sentidos, pierde la noción de los hechos y también pierde aquellas cosas que lo hacen un ser humano. Un hombre en la oscuridad se convierte en animal y un animal encerrado termina al final cediendo al silencio y perdiendo los deseos de gritar por su libertad. Solo los hombres claman a toda voz por su libertad. (Lema Mosca; 2014:139)


De allí su vinculación con el silencio, la falta de voz, la imposibilidad de gritar. La sombra aparece como una extensión de la muerte y la opresión, para desvincular las relaciones humanas, para apartar y diferenciar.

En la novela de Brupbacher, las sombras se vinculan más con el planteamiento psicoanalítico y la posibilidad de que represente una parte desconocida de la propia personalidad. De allí la presencia continua de sesiones de hipnotismo a la que se somete el protagonista. Por extensión, las sombras representan todo aquello que ha estado oculto en su vida y que se remonta a la misteriosa muerte de su hermano. La simbología radica entonces en el olvido del pasado, en la ausencia de memoria y por ende de identidad.


Luca sintió que había vivido en una red interminable de mentiras, había sido una marioneta sin ojos para mirar hacia arriba. Se preguntaba a qué se podía aferrar en esos momentos y lo único que le quedaba era su familia. La que había abandonado por la necesidad de búsqueda, la curiosidad lo había hecho caer en el pozo que había visto desde lejos hacía mucho tiempo. (Brupbacher; 2014:132)


Ambas novelas suponen una búsqueda, como es natural al género. En El silencio de las sombras respecta a la búsqueda del joven desaparecido y la consecuencia es el encuentro de los demonios dormidos que persisten en cualquier sociedad. En Más allá de las sombras, refiere a la búsqueda de la propia identidad, que se obtiene al alcanzar la verdad.

Si una cosa (los demonios) o la otra (la verdad) se alcanza, es necesario haber sufrido un proceso que conlleva algo de catábasis y que implica siempre un castigo: la muerte, la pérdida, la irracionalidad, el engaño. Pero es natural a la novela negra la presencia de un arco narrativo que va in crescendo para alcanzar su punto más alto hacia el final. Esto que es algo más que una técnica diegética distintiva, supone también la elaboración de una historia donde la información se brinda en cuotas y donde la verdad debe revelarse hacia el final. Es necesario pues que todos los elementos giren en torno al misterio y en ambas novelas eso ocurre eficazmente.

No obstante, parte de la originalidad de ambos libros es no quedarse únicamente con eso sino mostrar formas alternativas de trabajar un género que hace ya varios años viene siendo muy conocido. Baste con decir que es, dentro de la literatura de ficción, el sector más vendido en el mercado editorial mundial. Pareciera entonces que las nuevas voces de la literatura uruguaya se prestan a enseñar algo diferente, original y elaborado. El tiempo dirá qué caminos tomará la novela negra y qué tan preparados estaremos para enfrentarnos a ella.







Bibliografía:


Brupbacher, Nicolás (2014): Más allá de las sombras, Montevideo: Antítesis.

Carriquiry, Margarita: “Escritores uruguayos frente a la novela policial y el page turner”. Boletín de APLU. Año 1. Nº 1. Set/2007

Jung, Carl G. (1995): El Hombre y sus Símbolos, Barcelona: Paidós.

García Canclini, Néstor (1995) Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la Modernidad, Buenos Aires: Paidós.

Genètte, Gerard (1989) Palimpsestos. La literatura en segundo grado, Madrid: Taurus.

_____________ (2004) Metalepsis. De la figura a la ficción, México: FCE.

Lafforgue, Jorge y Rivera, Jorge B. (1996) Asesinos de papel. Ensayos sobre narrativa policial, Buenos Aires: Colihue.

Lema Mosca (2014) El silencio de las sombras, Montevideo: Cruz del sur.

Nichols, William J. (2011): Transatlantic Mysteries: Crime, Culture, and Capital in the “Noir Novels” of Paco Ignacio Taibo II and Manuel Vázquez Montalbán, Maryland: Bucknell University Press.

Santini, Marina: “Más allá de las sombras: un thriller en el Este”, en Revista Moog. 7/08/2015

Villarmarzo, Pilar: “El silencio de las sombras: la ceguera de un pueblo irracional”, en Revista Moog. 21/08/2015




[i] En Lafforgue, Jorge y Rivera, Jorge B. Asesinos de papel. Ensayos sobre narrativa policial, Buenos Aires: Colihue.

[ii] Término que procede del italiano pasticcio, se refería originalmente a las imitaciones de obras pictóricas tan bien hechas que podían pasar por auténticas. En literatura fue utilizado por primera vez en 1919 por el escritor francés Marcel Proust en su obra Pastiches et mélanges, en que imita el estilo de varios autores del siglo XIX. Según Genette (1989), es la imitación de un estilo con una finalidad única.

[iii] Genette define la metalepsis como la intrusión de un narrador o un narratario en el universo de la diégesis.

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