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Pestes, pandemias y libros




“El único medio de hacer que las personas estén unas con otras es mandarles la peste”, puede leerse en La peste, obra cumbre de Albert Camus que se ha convertido nuevamente en un fenómeno editorial, gracias a la pandemia global del coronavirus. Publicada originalmente en 1947, la novela expone la crisis moral y los cuestionamientos propios de una sociedad en tiempos de crisis extrema, desde una óptica existencialista que le concede cierto aire universal, pese a que la historia transcurre en la ciudad africana de Orán.

Sin embargo, La peste no es la única novela que trata la aparición de una epidemia capaz de aniquilar la raza humana y de cuestionar sus valores más arraigados. En 1978, Stephen King publicó Apocalipsis, la posible desaparición de la humanidad a partir del virus de una gripe que obliga a los protagonistas a vivir en soledad, sobreviviendo a la catástrofe, para hallar una solución de tipo fantástico. En cierta medida, la novela es un complemento de la saga La Torre Oscura, otro mundo postapocalíptico en el que “el pistolero” debe sobrevivir solo.

El tema había sido ya tratado por uno de los maestros de King, Richard Matheson, en su clásico Soy leyenda, de 1954. En él, un hombre debe subsistir a una pandemia global provocada por una guerra bacteriológica que convierte a los humanos en vampiros. Escrita en plena Guerra Fría, la novela expresa el pesimismo y los miedos propios de la época, sobre una posible guerra nuclear y la extinción completa de la humanidad.

En 1912, Jack London había publicado La peste escarlata, otra distopía inspirada en el relato La máscara de la Muerte roja, de E. A. Poe. En ella, una epidemia azota el planeta en 2013 y aniquila a los humanos, convirtiéndolos en cadáveres de un rojo escarlata. El protagonista logra sobrevivir y es quien cuenta la historia a sus nietos sesenta años después.

Otra novela de la que se está hablando mucho últimamente es Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, publicada originalmente en 1995, en la que la humanidad sucumbe, inesperadamente, a una ceguera global que saca lo peor de sí misma. A partir de entonces, un pequeño grupo de personas trata de sobrevivir en una ciudad desierta y peligrosa que, para la adaptación cinematográfica de 2008, se filmó en Montevideo. La novela, como todo lo escrito por Saramago, alterna lo puramente narrativo con reflexiones filosóficas que ofrecen una visión de la enorme complejidad del alma humana.

Un antecedente directo de ese libro es El día de los trífidos, de John Wyndham, de 1951. Historia de ciencia ficción en la que la aparición de unos extraños fenómenos luminosos dejan ciegos a gran parte de la humanidad, que empieza a verse amenazada por la propagación de los trífidos, plantas venenosas con movilidad e inteligencia propias, resultado de una experimentación genética. Aquí también se plantean los aspectos más oscuros del ser humano: el egoísmo, la ambición, la agresividad, la supervivencia…

Más cercana en el tiempo es La carretera, de Cormac McCarthy, publicada en 2006, sobre el viaje en auto que un padre emprende con su hijo, una vez que la civilización ha sido sucumbida por un fenómeno no especificado. La historia ahonda en el vínculo padre-hijo y en el modo en que el primero puede preparar al segundo para vivir en un mundo destruido.

Ese mismo año se publicó Guerra Mundial Z, de Max Brooks, conjunto de entrevistas individuales hechas a un agente policial de la ONU luego de haber combatido contra una plaga de zombis originada en China y que comienza a extenderse a todo el planeta.

En Las esferas invisibles, conjunto de relatos largos del argentino Diego Muzzio, de 2015, se cuenta, más como marco temporal que como un hecho protagonista, la fiebre amarilla que azotó Buenos Aires en 1871 y que diezmó la vida de miles de personas en toda la región. En ese contexto, aparecen los personajes que pueblan los cuentos de Muzzio, mezclando con maestría el hecho histórico con la ficción imaginativa.

En esa misma línea de situar la plaga como un elemento externo que sin embargo, condiciona la trayectoria vital de los personajes, se encuentra El hombre sin rostro, de Álvaro Lema Mosca, publicada en 2017, en la que una invasión masiva de sapos y víboras invade el orfanato donde transcurre la historia, más como una sombra amenazante que como un riesgo en sí.

Hoy sale a la venta en formato digital En tiempos de contagio, del italiano Paolo Giordano, que parece ser, hasta ahora, el primer testimonio literario sobre el coronavirus. Escrito cuando comenzó la pandemia en China e Italia presentaba apenas algunos contagios, es una especie de diario sobre lo que el miedo, los medios de comunicación y la idea de una exterminación masiva generan en las personas.

La lista podría sumar otros cuantos títulos pero no es ese el objetivo aquí. En todo caso, cabe una reflexión sobre el miedo histórico y universal que atraviesa la literatura, desde los antiguos griegos, pasando por el Decamerón y Diario del año de la peste, hasta llegar a nuestros días, con respecto a la posible extinción de la humanidad provocada por una epidemia. Así de frágil es el ser humano: un virus microscópico puede arrasar con él en tan solo un minuto. Sin embargo, la propia historia confirma la baja probabilidad de que eso ocurra, pese al miedo (apocalíptico o no) de desaparecer algún día. Mientras eso no ocurra, nos quedan los libros.

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